domingo, 6 de febrero de 2011

02-02-2011 Enamorado del paisaje llanero

Cuando conocí a Villavicencio en 1966 mis ojos no podían creer en la belleza del paisaje que observe desde el mirador de la carretera antigua. Era un sitio mágico, después de hasta 4 horas de una carretera de curvas y derrumbes, donde en tramos había trafico en una sola vía, de pronto aparecían los Llanos Orientales con su esplendor e infinidad.
De allí, de la oportunidad que representaban, del refrán que en los llanos 2x2 no es 4, creo que nació mi amor por estas tierras.
Dios me dio la oportunidad de adquirir por sugerencia de Néstor Ramos, colega investigador del ICA, la finca La Esperanza que hasta hoy es de nuestra propiedad.
Luego me vincule comprando un hato en la región de Planas, cerca al Río Planas y al río Vichada. Los paisajes de la Serranía, sus morichales, atardeceres y sabanas son inolvidables. Allí vimos la luna roja a la que canto el maestro Jorge Villamil.
La ultima incursión ha sido al Casanare, donde tome la foto del atardecer que acompaña a esta nota y desde donde escribo este recuerdo.


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